Cuenta la leyenda que la imagen de la Virgen de la Barquera llegó a San Vicente en un bote sin remos, tripulantes, velas, ni timón, y terminó varando en una pequeña cueva, en la que se levantó su santuario, donde desde entonces se la venera.
La tarde del sábado de Gloria han llevado a la virgen en procesión por tierra, desde su santuario, que está en el puerto, hasta la iglesia parroquial, en lo alto del pueblo, luciendo un manto de luto. El día de la fiesta de la Folía, lo que hacen es devolver a la virgen su ermita, en esta ocasión por mar, y vestida con su manto azul
La celebración, por tanto, gira en torno a la procesión marinera que se lleva a cabo sobre las cinco y media de la tarde, sin embargo, durante todo ese día se puede disfrutar de la fiesta: por la mañana también hay una misa interesante, generalmente cantada por la coral de la localidad; y, sobre todo, una diana por las calles que anima a cualquier visitante.
La cofradía de marineros, autoridades religiosas y civiles y el pueblo entero acompañan a la Virgen en procesión en su recorrido de vuelta. Ningún marinero sale a faenar ese día en San Vicente de la Barquera. Lo más interesante de la fiesta comienza con los cantos dedicados a la virgen, interpretados por ocho, diez o más mozas dispuestas en dos filas, que se acompañan con un lento y monótono son de panderetas. La pena es que hay que estar muy bien situados para poder escuchar estos romancillos debido a la gran afluencia de gente.
Poco después los marineros embarcan a hombros a la Virgen en un barco pesquero engalanado con ramajes, flores y banderas de vistosos colores y, seguidos de otros desde los que se lanzan cohetes y salvas a la Virgen, llevan a la imagen a alta mar para después regresar al Muelle Nuevo del puerto y, desde allí, la acompañan hasta su santuario. Con la Salve Marinera termina la celebración religiosa, después de tres horas.
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