domingo, 28 de julio de 2013

Las parras

Los plantones proceden de las viñas del abuelo Samuel, en Curiel del Duero (Valladolid), en plena Rivera del Duero. Están en el huerto, en un lugar muy soleado, aunque expuestas a los vientos del oeste.
Cuando las planté buscaba cubrir una pared un poco fea, enfoscada de cemento, que era del vecino, aunque con el tiempo he terminado por encalarla.
Hay dos parras y aunque están separadas tan solo por poco más de tres metros, el comportamiento es diferente: la que está en el centro, está más amarillenta que la compañera. Creo recordar que es por falta de hierro, -he de decir que mis conocimientos de esta planta son nulos. La función que cumplen es estética y afectiva, porque cuando la veo muchas veces me recuerda el viñedo del abuelo. Con todo, de vez en cuando cortamos algún racimo que está muy escondido y es inaccesible a los pájaros. Creo que si la cuidara un poco más, seríamos capaces de vendimiar algo más ya que echa muchos racimos, aunque luego cuajan muy pocos. Por ejemplo, ahora que está la abuela pasando con nosotros unos días, me ha dicho que debería realizar la poda en verde; en otras palabras, cortar las ramas que no tienen uvas. Le haremos caso a ver si conseguimos recolectar algo más en septiembre.

domingo, 14 de julio de 2013

Arrastre de caballos en Caborredondo, Oreña (Cantabria)


La paz y tranquilidad en la que vivimos se ven alteradas con la fiesta del pueblo cuyo patrón es San Bartolomé, el 24 de agosto. Cuando nos piden información de los apartamentos para esas fechas, recordamos que durante tres días el barrio está de fiesta y que especialmente por la noche es difícil conciliar el sueño porque nuestra casa está a escasos metros del prado donde se celebra la romería. Es una fiesta de prao, no veremos nada extraordinario, aunque sí que es amena y para muchos puede ser interesante simplemente porque es diferente a las fiestas de los lugares de donde se procede. Una de las atracciones singulares es el arrastre de caballos que se desarrolla durante estos días y que animo a contemplar. Los arrastres de caballos son frecuentes en las fiestas de los barrios que configuran el pueblo: en casi todos ellos hay un arrastre. Los caballos participantes son la mayoría de los propios vecinos o procedentes de los pueblos próximos, por lo cual, cuando se han visto varias competiciones, se conocen los caballos y los dueños, y se puede observar cómo evolucionan en la competición.
Hay tres categorías según la fortaleza y peso del caballo. La categoría reina es aquella en la que los caballos deben arrastrar un trillo con diez bloques de hormigón que pesan mil kilos. Hay animales que pueden dar hasta casi cuatro vueltas a un circuito que se aproxima a los cien metros en cinco minutos. Otros, no son capaces de mover la carga más allá de media vuelta. Hay otras dos categorías inferiores donde los caballos o yeguas deben mover quinientos o setecientos kilos. El recorrido que se logra realizar depende del estado de la pista: si está áspera o demasiado blanca; en los dos casos, el animal debe llevar a cabo un esfuerzo superior. Muy importante en el desarrollo de la prueba es que no se puede castigar al animal. El que le lleva del ramal le puede animar, insultar de viva voz, pero no puede llevar una vara para pegar.
 El espectador es informado por un animador-comentador que va aportando datos de la procedencia del animal, sus características, el recorrido que lleva efectuado, el tiempo que le resta de la prueba, la posición que ocupa con respecto a sus competidores... Y para controlar que la prueba se efectúa correctamente y respetando las normas, un juez acompaña durante todo el  recorrido a la persona que lleva al caballo y al propio animal. Él es el que determina hasta dónde ha llegado la carrera y marca ese punto con un hierro en el que figura el número del orden en el que ha participado el caballo.



martes, 9 de julio de 2013

Rosa, Rosae

¡Qué palabra más bonita para aprender la primera declinación! Nominativo y vocativo rosa, acusativo, rosam...; aunque el caso más sorprendente era el genitivo plural, rosarum. Y también son preciosas las plantas, más bien la flor, porque la planta es poco frondosa, de no muchas hojas y con troncos y ramas con multitud de pinchos. Mas la flor es preciosa y su olor, de una fragancia delicada y suave.
Estos días de primavera-verano, cuando vamos a ver si el cartero ha venido, cada vez pasa menos porque la correspondencia por carta es memor de día en día, nos sorprende el olor de los numerosos rosales que hay junto a la pared que separa nuestra casa de la de Tito, vecino por el lado norte. Este año están especialmente lustrosas y las flores han sido copiosas y de numerosas formas y colores como se puede puede apreciar en las fotografías siguientes. La razón es que esta primavera mandé a mi hijo Pablo que fuera a jugar al balón a la otra parte del jardín. Tenía a los pobres rosales casi agonizantes de los balonazos que se llevaban: ramas tronchadas, casi sin hojas... Como que no sé cómo han logrado sobrevivir más de diez años con este trote. Evalué dónde podía hacer menos daño, y determiné el lugar antes mencionado. Pero la decisión no ha sido acertada, porque me ha destrozado, eszaleado como decimos algunos de Ávila, algo así como diez tiestos y una barbocoa que había hecho con ladrillos macizos, y me está levantando desconchones en una pared que llevará enfoscada setenta años. Así que se pueden imaginar la paliza que se están llevando las plantas que por mala suerte están colocadas en la trayectoria de sus pepinazos. En estos momentos estoy considerando la posibilidad de mandarle a él y a sus amigos que se vayan a jugar a la cambera, pero temo los desperfectos que pueden causar en el huerto de Gema y Juan y me resisto a tomar esta iniciativa. Pero no digo que algún día no los mande allí.
Hablaba de las rosas y me liado, pero creo que no voy a añadir más porque las imágnes hablan por sí solas de la belleza rosarum.











Pequeño ramo de diferentes rosas y algún clavel. Julio 2013

martes, 2 de julio de 2013

Festival de capa y espada en Santillana del Mar

Coincidiendo con las fiestas patronales de Santa Juliana, la localidad de Santillana del Mar ha organizado los días 29 y 30 de junio, el III Festival de Capa y Espada, en el que se pueden ver distintas exhibiciones del arte de la esgrima. Hay que decir que no es una competición, sino un espectáculo que persigue mostrar cómo se llevan a cabo estas destrezas. Es más, como espectáculo que es, no desprecia la dramatización y la representación de distintas escenas relacionadas con películas e, incluso, obras de teatro del siglo XVII. Algunos lances recuerdan a Los tres mosqueteros. Se pudo ver duelos provocados por riñas en juegos de naipes, con el afan de conseguir tesoros, de quedarse exclusivamente con herencias... Estos combates en muchas ocasiones eran dos contra uno, o todos contra todos. Y los espadachines, de todas las edades: damas y caballeros. La influencia francesa y andaluza en la indumentaria y en el arte de pelear fueron las más repetidas, aunque las treinta espadas participantes procedían de muy diversas escuelas como las de  Les Lames Sur Seine Bourdeux, y Le Toulouse Université Club TUC (Francia); además de una representación de una escuela de esgrima sueca; así como la ESAD de Málaga; la ESAD de Sevilla, y la anfitriona, la Sala de Armas y Compañía Louis XIV de Torrelavega.
Personalmente, -era la primera vez que veía la demostración a pesar de haberse llevado otras dos ediciones más-, me parecieron redundantes los combates y por tanto demasiado largos.
Aunque es verdad que nadie obligaba a quedarse hasta el final.