Las fiestas del pueblo están organizadas por lo que se llama La Comisión, integrada normalmente por jóvenes. Estos son los que se encargan de seleccionar los actos y de encontrar los fondos necesarios para costearlos. Suelen ir pidiendo algo dinero, casa por casa, o solicitar la colaboración a los que tienen un negocio en la zona. Quiero llamar la atención de dos eventos que casi siempre hay en el programa: los juegos populares y el arrastre de caballos o de bueyes, frecuentes en la cornisa cantábrica y que se están perdiendo en la mayor parte de los pueblos.
Los
participantes se dividen en dos equipos que compiten entre sí. En todos los
juegos se van turnando los integrantes cuando la fatiga hace mella.
En
la partición de troncos hay dos modalidades, según cómo estén éstos: tumbados
en el suelo, en horizontal; o de pie, en vertical. Lo más normal es que la competición
se efectúe sobre troncos echados, pero en esta ocasión podemos ver el corte en
vertical.
El
troceado en vertical es más llamativo, pues el leñador debe incrustar en la
madera una tabla con forma de cuña en uno de sus lados, que le permita subirse
y estar en equilibrio mientras da hachazos. Cuesta un poco más, pero los mozos
consiguen trocearlo turnándose.
Y
después, el aserrado de un tronco en varios trozos y el astillado de los
mismos, colocándolos en montones como si fueran castillos.
Es el
espectáculo preferido de los vecinos y el que atrae a más espectadores, no solo
del pueblo, sino de la región. A menudo esta afición cuesta dinero a los
propietarios de los animales, bien caballos, bien bueyes, pues los premios que
reciben, en el caso de ganar, seguramente no cubren ni los gastos del
transporte de los animales desde su lugar de origen hasta la campa. Además,
deben entrenarlos y alimentarlos bien para que puedan desarrollar el máximo
esfuerzo en el momento del ejercicio.
Generalmente,
el arrastre es de caballos y suele durar más de dos horas. En este, hay tres
categorías, según el peso de los équidos y de la carga que mueven: 500, 750 y
1000 kilos. El más espectacular es el último.
Hay
una pista señalada en un prado por la que deben arrastrar las piedras. El
terreno no es por completo llano, sino que hay alguna leve pendiente por la
cual los animales deben esforzarse al máximo, en el caso de que la puedan
subir, pues a veces son incapaces de avanzar. La pista no suele estar en buenas
condiciones casi nunca: si se encuentra muy seca y áspera, les cuesta mucho más
mover la carga; y si está húmeda, se resbalan. Deben tirar durante cinco
minutos y el ganador es aquella pareja o yunta, que más recorrido haya logrado
realizar. Los animales son guiados por una persona que solo puede animarlos con
su voz, pero no propinarles ningún castigo.
Las
normas que rigen el arrastre de bueyes son las mismas que para el de los
caballos, aunque solo hay una categoría, independientemente del peso o la raza
de los bóvidos: deben arrastrar 1000 kilos. Parece un poco injusto, pues la
diferencia entre yunta y yunta pasa muchas veces de los 500 kilos.
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