Uno de los lugares más emblemáticos de la costa cantábrica, entre Suances y San Vicente, es el paraje de “Bolao”. Está muy cerca de casa. El sitio es interesante, porque se ha juntado la intervención del hombre con la propia naturaleza. Lo primero que ha de destacarse es la desembocadura de un pequeño arroyo en una zona rota, rodeada de los desnudos acantilados; en especial son llamativos los de la izquierda, si miramos al mar desde la tierra: hay un semicírculo pétreo con paredes verticales. El regato desciende a la diminuta cala a través de rocas formando pequeñas terrazas por donde se desliza el agua originando minúsculas cascadas. Y a esto hay que sumar la intervención humana, al crear una coqueta balsa que servía para recoger el agua, que una vez encauzada hacia al molino, movía toda la maquinaria de la instalación harinera. De esa balsa rebosa el agua sobrante formado otra más amplia cortina acuática, que se suma a las otras cascadas de las rocas. El sonido del río, más el bramido del oleaje, crea una melodía relajante. El sitio es muy apacible.
Hay que anotar, si se quiere visitar el lugar, que hay acceso por Toñanes y Cóbreces. Desde este último, se puede llegar en coche. La panorámica desde Toñanes es espléndida: desde la punta se ve el molino y todo el paraje. Además, se puede descender cómodamente hasta el riachuelo y meterte dentro de esa orquesta de sonidos.
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Foto de Marina Sanchidrián |
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Foto de Marina Sanchidrián |
La placidez del transcurso de la corriente se ve alterada cuando llueve con intensidad. Las siguientes fotos son de finales de agosto de 2023.
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