Alguien puede sorprenderse de que anime a visitar Las Merindades partiendo desde Cantabria, pero, si nos paramos a pensar y echar cuentas, comprobaremos que a este destino se tarda el mismo tiempo que desplazarnos a Fuente Dé. Más o menos como una hora y cincuenta minutos: 146 kilómetros desde la puerta de casa. Esta propuesta está destinada a aquellos viajeros que eligen este enclave con el fin de moverse por la cornisa cantábrica y que tienen tiempo suficiente como para conocerlo.
Recorrer el norte de la provincia de Burgos es un placer por su naturaleza singular. Ya antes de llegar a nuestro destino habremos disfrutado mirando a uno y a otro lugar: es un paisaje de transición entre el verdor del norte y la aridez de la meseta castellana. Aunque la ruta también nos llevará a Frías, mi consejo es primero conocer esta localidad. Nos sorprenderá la afluencia de visitantes es menor que en cualquiera de los centros turísticos de Cantabria.
Este recorrido lo realizamos a finales de agosto y daba gusto saborear la mañana recreando la vista por los valles y montes que íbamos recorriendo.
En Oña hay una parte importante de edificación reciente y que no tiene mucho que ver con la arquitectura tradicional, por lo que nos dirigiremos al centro, a la soleada plaza donde se encuentra la Oficina de Turismo; nos propondrán un plan para pasar tres o cuatro horas plenas de actividades pero no agobiantes.
Esta reja que está detrás de un sepulcro es del siglo XII. |
Y casi sin parar podemos recorrer este espacio anexo al convento, cuya visita se realiza libremente y sin coste alguno para el viajero. El monasterio, gestionado por los jesuitas en su etapa más tardía, albergó una numerosa colonia de estudiantes, casi como si fuera un centro universitario; de ahí la extensión de los edificios y del jardín aledaño. El complejo urbanístico está en desuso y medio abandonado, sin embargo, he ahí la genialidad de los responsables de potenciar la idea, han logrado resaltar ese patrimonio de interés paupérrimo con la integración dentro del mismo de un moderno espacio de exhibición artística: a medida que vayamos recorriendo el jardín descubriremos esculturas —unas más clásicas, otras más vanguardistas—, pinturas, fotografías, montajes diversos… que nos van a sorprender gratamente. Estas exposiciones, que son temporales, varían en cuanto al tema. Este año era el viento; el anterior, el agua. Y al final, una sorpresa: descubriremos una explotación piscícola del siglo XIX que criaba truchas y anguilas. Está formada por varios estanques que recogen el agua de un abundante manantial. Su canal, en sus buenos tiempos, era surcado hasta por una barca.
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