Una
de las posibilidades que ofrece Caborredondo como enclave es su
proximidad a la costa. La casa no estará mucho más allá de un kilómetro
de Las Sopeñas, una pequeña cala donde la gente del pueblo suele ir a
bañarse -aunque no lo aconsejamos a los viajeros por las dificultades
para acceder-. Lo que sí recomendamos es dar un paseo para contemplar
los acantilados, que están especialmente hermosos al atardecer.
Existen varias posibilidades para acercarse a ellos. Paralela a la costa hay camberas -caminos- que la recorren y puntos donde aproximarse a las paredes de los acantilados. Estos enclaves se los puede identificar tomando como referencia unos grandes troncos de roble clavados en el suelo, que se utilizaban como soporte de grandes poleas con las que se sacaban algas, que aquí se llamaba oca.Cuando accedamos a ellos hay que mantener cierta precaución.
El camino para dirigirse a la costa sale casi enfrente del bar Las Sopeñas; otro sale enfrente de la ermita de San Bartolomé, al lado del riachuelo y del parque. Otro lado para acceder es por la carretera que va a Torriente, que pasa al lado de la iglesia, el lugar más alto de todos los barrios de Oreña.
Otra opción es recorrer el perfil de la costa bordeando los acantilados. Lo primero que aconsejamos es que no se vaya con niños pequeños; y si los llevamos, deben ir de la mano.
Hay dos posibilidades para recorrer los acantilados por el mismo perfil. La primera es subir hasta Torriente y dirigirse por la cambera que va a la Cuevona, un bufón que se oye en todo el pueblo cuando la mar está encabritada. No es necesario llegar hasta ella; va a haber un momento en que el camino casi se acerque a los acantilados: ese es el punto para retroceder de cara a poniente y andar, pararse y recrear la vista. Nos encontraremos continuamente prados. Estos están alambrados. Si hay vacas, probablemente estén conectados a la luz, aunque el que escribe muchas veces los ha rozado y no ha sufrido ninguna descarga. No hay problemas para superarlos por encima o agachándanos. El tiempo que se tarda en recorrer los acantilados completos, desde Torriente a Las Sopeñas puede ser de dos horas.
La otra opción sería recorrer la mitad. Para ello nos acercamos por la cambera que sale de la ermita de San Bartolomé y en la mitad del camino, nos desvíamos a la derecha, a la cueva de Las Brujas. Una vez en ella nos acercamos a los acantilados en un punto donde hay un gran lanchal por el que se puede llegar al agua. Atención, A no ser que sople el viento sur y no haya oleaje, uno no debe aproximarse a la orilla y en todo caso no debe perder de vista la mar). Continuamos avanzando al igual que en el otro trayecto, hacia el poniente. Cuando veamos las vigas clavadas, será el momento de subir para buscar la senda de vuelta. Es casi imposible perderse. En este trayecto nos podemos encontrar alguna pared de separación de los límites de los prados: siempre habrá algún punto por el que se pueda pasar.
ACANTILADOS AL OESTE.Existen varias posibilidades para acercarse a ellos. Paralela a la costa hay camberas -caminos- que la recorren y puntos donde aproximarse a las paredes de los acantilados. Estos enclaves se los puede identificar tomando como referencia unos grandes troncos de roble clavados en el suelo, que se utilizaban como soporte de grandes poleas con las que se sacaban algas, que aquí se llamaba oca.Cuando accedamos a ellos hay que mantener cierta precaución.
El camino para dirigirse a la costa sale casi enfrente del bar Las Sopeñas; otro sale enfrente de la ermita de San Bartolomé, al lado del riachuelo y del parque. Otro lado para acceder es por la carretera que va a Torriente, que pasa al lado de la iglesia, el lugar más alto de todos los barrios de Oreña.
Otra opción es recorrer el perfil de la costa bordeando los acantilados. Lo primero que aconsejamos es que no se vaya con niños pequeños; y si los llevamos, deben ir de la mano.
Hay dos posibilidades para recorrer los acantilados por el mismo perfil. La primera es subir hasta Torriente y dirigirse por la cambera que va a la Cuevona, un bufón que se oye en todo el pueblo cuando la mar está encabritada. No es necesario llegar hasta ella; va a haber un momento en que el camino casi se acerque a los acantilados: ese es el punto para retroceder de cara a poniente y andar, pararse y recrear la vista. Nos encontraremos continuamente prados. Estos están alambrados. Si hay vacas, probablemente estén conectados a la luz, aunque el que escribe muchas veces los ha rozado y no ha sufrido ninguna descarga. No hay problemas para superarlos por encima o agachándanos. El tiempo que se tarda en recorrer los acantilados completos, desde Torriente a Las Sopeñas puede ser de dos horas.
La otra opción sería recorrer la mitad. Para ello nos acercamos por la cambera que sale de la ermita de San Bartolomé y en la mitad del camino, nos desvíamos a la derecha, a la cueva de Las Brujas. Una vez en ella nos acercamos a los acantilados en un punto donde hay un gran lanchal por el que se puede llegar al agua. Atención, A no ser que sople el viento sur y no haya oleaje, uno no debe aproximarse a la orilla y en todo caso no debe perder de vista la mar). Continuamos avanzando al igual que en el otro trayecto, hacia el poniente. Cuando veamos las vigas clavadas, será el momento de subir para buscar la senda de vuelta. Es casi imposible perderse. En este trayecto nos podemos encontrar alguna pared de separación de los límites de los prados: siempre habrá algún punto por el que se pueda pasar.
ACANTILADOS AL ESTE.
Rutas por la costa de Caborredondo. |
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